Cuando en junio de 1998 como familia nos mudamos a Springfield, Missouri, Dios nos proveyó una casa. No teníamos dinero para comprarla pero el Señor nos ayudó a conseguir un préstamo del banco, y me dio esta Escritura:
“El que da semilla al que siembra, y pan al que come,
proveerá y multiplicará vuestra sementera,
y aumentará los frutos de vuestra justicia” (2 Corintios 9:10).
Era una promesa de provisión y de abundancia. Como siempre, el Señor fue fiel y me dio una maravillosa lección en el arte de la multiplicación.
Mi sementera pedregosa
En una esquina de la propiedad había un montón de piedras, y entre las piedras crecía mala hierba. Más que otra cosa parecía un basural. Decidimos que ese sería un buen lugar para sembrar flores. Mi esposo trabajó arduamente removiendo las piedras. Las usó para hacer un pequeño cerco alrededor del espacio donde sembraríamos flores. Fue un trabajo tedioso porque en Springfield el terreno es muy pedregoso.
Compramos un poco de tierra para echar en el espacio donde habían estado las piedras y sembramos semilla de cinias y caléndulas, y nos gozamos al ver el crecimiento. Mi esposo me hizo un chiste y sembró semilla de calabaza. Esa semilla creció en abundancia y casi ahogó las flores. Cada año seguí atendiendo mi pequeña huerta de flores. En la primavera de 2003 no pude dedicarme a ella porque viajamos a la Florida, entre otras cosas para preparar un estudio bíblico en casetes para maestros de la escuela dominical. Dejé en manos del Señor mi huerta, ¡y Él hizo un milagro!
Dios multiplicó mis esfuerzos
De la semilla que había quedado en la tierra comenzaron a crecer nuevamente cinias y caléndulas. Transplanté las plantitas a varios lugares alrededor de la casa y crecieron hermosamente. Todo el verano disfruté de las flores, y cada semana recogía varios ramos para poner en floreros. Fue algo extraordinario ver la explosión de crecimiento que hubo. Y yo ni siquiera había sembrado semilla ese año. Todo fue el resultado del trabajo de años anteriores, y más que nada de la bondad del Gran Jardinero, que multiplica nuestra sementera y da crecimiento en abundancia.
Decidí juntar la semilla como una prueba del milagro de multiplicación que Dios puede hacer. Reuní miles de capullos secos, llenos de semilla. Mi esposo y hermanas de la iglesia me ayudaron a preparar bolsitas con las semillas. Según cálculos he reunido por lo menos 150.000 semillitas. Cada semilla es una prueba tangible de lo que Dios puede hacer en una vida cuando sembramos amor. Un pequeño acto de bondad puede multiplicarse abundantemente.
Dios se especializa en la multiplicación. Él multiplica nuestra sementera. Él aumenta los frutos de nuestra justicia. Él multiplica la semilla de nuestro trabajo. Lee 2 Corintios 8 y 9 para ver la clase de generosidad que Dios quiere obrar en nuestra vida. Una siembra escasa, da cosecha escasa. Una siembra generosa da cosecha generosa. ¡Cómo deseo que Dios nos ayude a comprender la bendición de la generosidad!
El aceite de la viuda
Murió uno de los hijos de los profetas. Llegaron los acreedores a casa de la viuda para tomar a dos de sus hijos como siervos. Muy desesperada la pobre viuda busca ayuda del profeta Eliseo. Él le pregunta lo que tiene en casa. “Solamente una vasija de aceite”, responde ella. El profeta le dice que vaya a pedir prestadas vasijas vacías de todos sus vecinos. “Vasijas vacías, no pocas.” Luego debía echar el aceite en las vasijas. No sabemos cuántas vasijas consiguió; pero el resultado del milagro dependía del esfuerzo que ella y sus hijos pusieran en conseguir vasijas.
¡Al fin de cuentas pienso que ella se lamentó de no haber conseguido más vasijas! Después de haber llenado la última vasija con aceite, ya no hubo más. Pero todavía le quedaba trabajo por hacer. ¡Se convirtió en negociante! “Vé y vende el aceite, y paga a tus acreedores.” ¡Dios nos hace partícipes de la obra de milagros! Dios no sólo proveyó para las deudas del pasado; también proveyó para las necesidades del futuro. “Tú y tus hijos vivan de lo que quede.” Creo que entonces la viuda deseó haberse esforzado más en reunir vasijas. (Lee 2 Reyes 4:1-7.)
¿Cuál es mi “aceite”?
Mi “aceite” es la semilla multiplicada de las caléndulas. Mi responsabilidad ha sido juntar semilla en bolsitas y usarlas como lección objetiva de lo que Dios puede hacer en el ámbito espiritual de nuestra vida. Ya he repartido miles de bolsitas: en Nicaragua, Perú, Argentina, Estados Unidos, y Suecia, sin contar las que enviado por correo a muchos otros países. Es sólo el comienzo; quisiera llegar a cada país donde se habla este bello idioma. Mientras duren mis semillas voy a repartir bolsitas en cada seminario de capacitación que dicte. El impulso que siento en mi corazón es de no limitarme a pocas bolsitas.
“Úsame para amar”
La bolsita de semillas no tiene nada de mágico; es simplemente una prueba visual de la multiplicación que Dios desea hacer en tu vida. Cada uno tenemos necesidades, sueños y aspiraciones. Tal vez hay cosas que a nadie hemos dicho. Esta es la oportunidad de poner a prueba la oferta de multiplicación. “Úsame para amar” es una oración que brota desde lo profundo de mi ser. Nuestro mundo necesita una revolución de amor. No hay nada como el amor para obrar milagros. La bolsita es mi regalo para inspirarte a amar como nunca antes.
Soy prueba viva de que Dios hace milagros. En los últimos diez años he pasado por muchas pruebas. La muerte de mi madre, la muerte de mi hija mayor, la pérdida de mi trabajo (que luego recuperé), la muerte de mi esposo, cirugía y tratamientos por cáncer, y otros asuntos dolorosos que sólo Dios sabe. Todo ha sido parte de la escuela del sufrimiento. Dios nos prepara en el horno de fuego para que seamos metal precioso en sus manos.
Siembra semilla de amor
¿Qué semilla sembrarás? Siembra amor y buenas obras. Con la mentalidad de sembrar bondades verás que cada día será mejor que el anterior. Siembra semilla de amor. Confía más y más en el Dios “especialita en milagros”. No hay límite a lo que Él puede hacer. Pero no puede dar crecimiento a algo que no hayas sembrado. Sería ridículo que un agricultor esperara cosecha sin haber sembrado. Lo mismo es cierto en nuestra vida. ¡A sembrar!
“Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra” (2 Corintios 9:8).
Hna. Kerstin hay tanto que aprender de ud. Gracias por este mensaje, pues hablo a mi corazón. Dios la Bendiga
HOlA, Hermana Margarita, llegue asu paginita sin kerer,pero creo fimemente ke todo es un propocito de Dios, sabes me agrado mucho leer tu pagina, la delas oraciones y yamekede aki leytendo mas y mas, eres una gran bendicion, espero recibir mmi bolsita de amor, bendiciones.
Quiero sembrar semillas de amor!
Hermana Margarita, Dios le bendiga!
Su página de internet me ha ayudado grandemente,es muy hermosa, se puede ver que la ha preparado con mucho amor. Gracias por permitirnos que la podamos usar para evangelizar y educar a los niños, al igual que a los adultos. Le envio mi dirección para que me envie las semillas. Mi dirección postal: 25 Wethersfield Ave Apt. 2w Hartford, CT 06114 Muchas bendiciones Con mucho cariño, María Virgen Ortiz