La deuda de amar

La deuda de amar

Por Ximena Soliz de Piérola

No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor. Romanos 13:8-10

¡Qué deuda maravillosa: a-m-a-r! Esto, después de haber recibido el amor que el Padre nos dio al entregarnos a su propio Hijo. Si amamos a nuestro prójimo cumplimos la ley, pues nadie que ama a otro como a sí mismo sería capaz de dañarle.

En la primera carta del apóstol Juan leemos:

Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo. 1 Juan 2:2-5

Por tanto, si lo conocemos, guardamos sus mandamientos, y la única forma de guardar sus mandamientos es amando al prójimo como Él nos ha amado.

Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. Porque el que dice que permanece en él, debe andar como Él anduvo. Juan 13:34,35

En el siguiente capítulo de la misma carta de Juan, obtenemos más explicación:

En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?  Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. 1 Juan 3:16-18

El amor, conforme a la Palabra de Dios, no es un asunto de emociones, sino de actitudes. El Padre nos amó y nos dio a su Hijo (fue una acción). El Hijo nos amó y dio su vida por nosotros (también una acción). Si nosotros decimos amar, debemos demostrarlo de hecho y en verdad. Una de las evidencias de ese amor es suplir la necesidad de nuestro hermano. Esa actitud demuestra que amamos de hecho y en verdad.

Pablo presenta un ejemplo muy gráfico de este amor:

Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad. Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos.  2 Corintios 8:1-4

Aunque las iglesias de Macedonia estaban pasando tribulación y pobreza, entendieron que Dios les estaba dando el privilegio de compartir (lo poco que tenían) con sus hermanos que padecían carencia y hambruna en Jerusalén.

Cuando suplimos las necesidades de nuestro prójimo, demostramos amor. ¿Recuerdas al buen samaritano? Fue el único que mostró amor al hombre que cayó en manos de ladrones (véase Lucas 10:25-37).

En la vida de Jesús vemos sobreabundantes acciones de amor por todos; pero en especial por los más vulnerables. Él mismo dijo que ese era su propósito:

El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos. Lucas 4:18

Recordemos que «el que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo» (1 Juan 2:6), imitando sus obras.

Un personaje del Antiguo Testamento siempre me impactó, por la forma en que evidenció el amor por su prójimo. Me refiero a Job. Dios mismo dijo de él: «¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?» (Job 2:3).

La siguiente es una lista de las evidencias de amor que mostraba en su vida:

Job 4:3,4

  • Enseñaba a muchos
  • Fortalecía las manos débiles
  • Enderezaba al que tropezaba
  • Esforzaba las rodillas decaídas

Job 29:12-15

  • Liberaba al pobre que clamaba
  • Ayudaba al huérfano que carecía de ayudador
  • Rescataba al que se iba a perder
  • Alegraba el corazón de la viuda
  • Vestía de justicia y rectitud
  • Era ojos al ciego y pies al cojo
  • Era padre a los menesterosos
  • Se informaba con diligencia de la causa que no entendía
  • Quebrantaba los colmillos del inicuo
  • Lloraba al afligido
  • Se entristecía por el menesteroso
  • No ponía en el oro su esperanza

La mayoría de estas acciones están relacionadas con lo que Job hacía por los demás. Las personas que aman entienden lo que Pablo escribe en 1 Corintios 13:4-6.

El amor…

  • es sufrido
  • es benigno
  • no tiene envidia
  • no es jactancioso
  • no se envanece
  • no hace nada indebido
  • no busca lo suyo
  • no se irrita
  • no guarda rencor
  • no se goza de la injusticia
  • se goza de la verdad
  • todo lo sufre
  • todo lo cree
  • todo lo espera
  • todo lo soporta

Necesitamos mirar en la Palabra como si se estuviéramos mirando al espejo. La Palabra debe mostrarnos si estamos poniendo por obra el amor que Dios puso en nuestras vidas. Tristemente, veo a cristianos llenos de miedo y temor, pensando en todas las estrategias posibles para salvar sus vidas del virus que ataca al mundo. Cristianos que centran su atención en no contagiarse, en proveer su canasta, en salvar a los suyos, en pedirle a Dios sus milagros, y que olvidaron de amar a su prójimo con sus acciones.

El mundo necesita creyentes que lo amen, que suplan su necesidad, que consuelen, que den esperanza, que muestren la verdad, que liberten a los cautivos, que se ocupen del menesteroso, que compartan su pan con el hambriento (no hablo de limosnas). Que estén atentos a su prójimo, que venden heridas, que levanten al caído, que sean imitadores de Cristo, y que amen como Él. Si hemos recibido la gracia de la salvación de Dios y hemos sido privilegiados con su amor, ese amor tan grande que dio su vida por nosotros, debemos estar dispuestos a poner nuestra vida por nuestros hermanos.

En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. 1 Juan 3:16

¿Cómo impactaríamos al mundo si en este momento todos los cristianos amamos a nuestro prójimo? ¿No fue ese amor lo que causó tanto impacto en el tiempo de los Hechos de los Apóstoles?

¡Cumplamos con la deuda de amar!

About the Author

Redactora de materiales pedagógicos con la gran pasión de difundir el amor de Dios y su poder salvador.