Un sacrificio de amor

Un sacrificio de amor

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” –Romanos 12:1,2

Nunca antes he sentido tan profundamente y en carne viva el significado de “sacrificar mi cuerpo” como lo siento ahora. He amado al Señor toda mi vida; lo he servido con todas mis fuerzas; le he dado todo mi amor. El otro día le presenté mi cuerpo como una ofrenda. Tenía programado un seminario para maestros de escuela dominical en la zona norte de Perú; pero debido a mi condición física decidí cancelarlo. Mi amiga a quien le comuniqué mi decisión me escribió que pediría a Dios un milagro para que yo pudiera ir a dictar las clases.

El Espíritu Santo trajo a mi mente Romanos 12:1, y la súplica de Pablo a que presentemos nuestro cuerpo en sacrificio. Entonces, frente a mi computadora y la carta de mi amiga, con lágrimas en los ojos, le ofrecí al Señor mi cuerpo, con todas sus incapacidades, para ir donde Él quisiera que vaya. Puedo enseñar desde mi casa en las páginas de la Internet, lo cual es más cómodo para mi cuerpo; viajar a otro lugar para dar clases requiere un gran esfuerzo de mi parte. Hacer ese esfuerzo es el “sacrificio de amor” que le ofrezco a mi Rey y Señor.

Hace tres años me operaron de cáncer; al mismo tiempo mi esposo estaba muy enfermo y débil. Recién operada tuve que ir a casa y atenderlo; pero después de unos días tuve que hacerlo llevar en ambulancia al hospital. Cuando lo dieron de alta seguía tan débil como antes. Una tarde se cayó al piso y no tenía fuerzas para levantarse. Debido a mi herida de la operación yo no podía hacer esfuerzo para ayudarlo. Sentí entonces que el Espíritu Santo alzó mis manos y me dio fuerza para levantarlo y llevarlo a la cama.

Dos días después Dios llamó a mi esposo a su presencia. Entonces murieron todos los sueños que habíamos tenido de viajar juntos para dar clases a maestros de la escuela dominical. Sólo estábamos esperando mi jubilación.

5-1-07-bengtkerstin11Beni y yo soñábamos viajar juntos a predicar

Unos días después del entierro tuve cita con el oncólogo que me había operado. No me dio buenas noticias. Los análisis indicaban que aún había indicios del cáncer y era necesario que me hicieran radiación y quimioterapia. Tuve que pedir licencia del trabajo para hacer los tratamientos, que me agotaron y causaron efectos secundarios que hasta ahora me agobian. Fueron meses de gran soledad.

Mi sacrificio de amor

Nunca he dudado del poder sanador de Dios, y yo le pedía que me sanara; pero en el fondo de mi corazón sentía que era la voluntad de Dios que pasara por todo el proceso de tratamientos. Mi hija vivía a tres horas de viaje y no podía ayudarme. Fue en medio de esa soledad que le ofrecí al Señor mis talentos y mi tiempo para preparar materiales de enseñanza y ponerlos en la Internet. Nadie me pidió que lo hiciera y nadie me paga por hacerlo. Es un “sacrificio de amor” para mi Señor. Este sitio y los demás que tengo en la Web han nacido del sufrimiento.

Presentar nuestro cuerpo al Señor es darle todo nuestro ser. Pablo sabía que no era fácil, por eso lo denominó “sacrificio”. La entrega al Señor tiene que ser voluntaria, gozosa, y obediente. El sacrificio al que me refiero es una ofrenda de todo nuestro ser para agradar a Dios en cada detalle de nuestra vida. Jesús hizo el máximo sacrificio al venir a este mundo a morir por nosotros en la cruz.

Un testimonio inspirador

Después del “sacrificio” que ofrecí al Señor tuve una conversación muy alentadora, que debe animar a todo maestro de niños a sembrar con dedicación la Palabra. Uno de mis alumnos de la escuela dominical en los años sesenta trajo a toda su familia a la iglesia. Por circunstancias lamentables, después de un tiempo sus padres le prohibieron ir a la iglesia y sembraron odio y rencor en su corazón; pero siempre tuvo el deseo de seguir a Dios. Treinta años más tarde, gracias a la insistencia de una compañera de sus tiempos en la escuela fue a la iglesia y entregó su vida a Cristo. Por medio del Facebook nos hemos comunicado, y una vez más he recibido un testimonio vivo del valor de la semilla sembrada.

No sé qué sacrificio el Señor pide de ti para que cumplas su voluntad. A mí me toca servirlo con cuerpo frágil. Pablo tuvo que soportar una debilidad en su cuerpo; pero en espíritu era fuerte.

Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. –2 Corintios 12:7-10

No hay excusa válida cuando se trata de servir al Señor. Cualquier cosa que Él ponga en tu camino, hazlo de buena voluntad, con corazón alegre, y en obediencia. Quizá, como yo, estés débil físicamente; pero aun así puedes servir al Señor. “Por amor a Cristo me gozo en las debilidades”, dijo el apóstol Pablo. Yo quisiera estar fuerte, como antes del cáncer. Sé que el Señor podría decir una palabra y restablecerme físicamente. No lo ha hecho. Quizá para que yo dé testimonio de que aun en la debilidad podemos ser fuertes en la fe y servir con corazón alegre. Ese es mi “sacrificio de amor”.

Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios;

Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud. –Salmo 143:10

Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. –Efesios 5:2

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. –Filipenses 2:5-11

About the Author

Redactora de materiales pedagógicos con la gran pasión de difundir el amor de Dios y su poder salvador.