Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Isaías 9:6
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Romanos 5:1
La paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. Colosenses 3:15
El mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 1 Tesalonicenses 5:23
Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Hebreos 13:20,21
La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Filipenses 4:7
En medio de las tormentas de la vida, en las desilusiones, en los conflictos, en enfermedad… puedes tener paz. Vivimos en un mundo maldecido por el pecado; pero en medio de toda la negatividad podemos tener la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento. No lo comprendemos; pero allí está el Príncipe de Paz a nuestro lado.
Una vez tuve una experiencia inolvidable de lo que significa la paz de Dios. Mi finado esposo y yo estábamos pasando por un tiempo muy tormentoso. La tormenta no era entre nosotros sino venía de afuera. Recuerdo que me vi en un barquito en medio de un lago embravecido. Las olas se levantaban contra la barca; pero allí estaba yo en completa calma. Era como que un círculo de paz me rodeaba. Es indescriptible la sensación de calma que tuve.
Han pasado los años… también ha pasado esa tormenta, y muchas otras que han seguido. Hay una canción que dice:
Después de la tormenta viene la calma, viene la paz.
Si a Cristo de rodillas tú se la pides Él te la da.
No importa que legiones del enemigo te hagan sufrir,
Al nombre de mi Cristo, sagrado nombre, tendrán que huir.
En medio de la tormenta puedes tener paz. Esa es la paz que deseo para todos los padres y maestros que fielmente enseñan a sus hijos y alumnos la verdad del Príncipe de Paz, no solo en esta Navidad, sino siempre.
A veces las cosas no resultan como la planeamos (¿verdad que muchas veces es así?). Yo me había gozado de poder viajar hoy donde mi hija y mis nietos, especialmente porque mañana la menor, Sarita, va a participar en un recital. Un quiste a la altura del cuello se me ha infectado y estoy con mucho malestar. Mi hermano Pepe, el cirujano, me aconseja que me lo haga remover cuanto antes. ¿Encontraré esa ayuda en vísperas de Navidad? En medio de esta pequeña tormenta acudo al Príncipe de Paz. Él es mi Ayudador y mi Sanador. Aunque no pueda viajar hoy, espero estar con mis amados para Navidad. (Es un viaje de 300 kilómetros.)
Te deseo la paz de Dios en tu vida, en tu hogar, con tus hijos, en la iglesia, en el trabajo, con los suegros, con alguien que te saca de quicio… en fin, en cualquier situación que tengas.
La paz de Dios, esa paz que la gente de este mundo no llega a comprender, gobierne tu corazón. No dejes que las tormentas te gobiernen. Ten al Príncipe de Paz siempre en el trono de tu corazón. Al escribir esto a la iglesia en Colosas, Pablo agrega: «Y sed agradecidos».
¿Qué tienes para agradecer a Dios en esta Navidad?
Gracias por…
- Jesús
- Salvación y vida eterna
- Familia
- Iglesia
- Trabajo
- Amistades
- Salud
Haz tu lista… La paz de Dios, preciosa e imposible de comprender, guardará tu corazón y tus pensamientos en Cristo Jesús.
Con todo amor en Cristo,
Hermana Margarita