Las repercusiones de nuestras acciones

Las repercusiones de nuestras acciones

Cuando mi madre tenía seis años de edad alguien le preguntó lo que quería ser cuando sea grande. Aun a esa tierna edad ella comprendía la diferencia entre las opciones que dio como respuesta: “Voy a ser estrella de cine o misionera.”

 

Doy gracias a Dios porque ella escogió ser misionera. Pero no fue una decisión fácil para ella, porque no quería obedecer el llamado de Dios de difundir el evangelio en otro país. Cuando conoció a mi padre estaba segura de que él sería ser su compañero de la vida y que así se “libraría” de ser misionera. ¡Qué sorpresa para ella cuando él le dijo que Dios lo había llamado para que fuera misionero!

 

Entonces ella decidió obedecer el llamado de Dios. El que yo escriba hoy estas líneas es una repercusión de su obediencia. Por varios días he estado pensando en el privilegio de haber crecido en un hogar cristianos y el gran privilegio de ser hija de misioneros. El 14 de noviembre se cumplen 88 años desde que nació mi madre. Ella hubiera podido ser una gran estrella de cine, pero agradezco a Dios porque escogió ser misionera y porque muchos años trabajó fielmente en la obra del Señor en Chile y Perú. 

Una joya invalorable

Una joya invalorable

 

En esta foto está la menorcita de nuestra familia: mi nieta Sarah Elizabeth. Ella crecerá amando al Señor porque hace más de sesenta años mis padres decidieron seguir al Señor. Esta preciosa joya conocerá a Cristo porque cuando yo era niña decidí seguir al Dios del que me enseñaron mis padres, y porque su abuelito en su juventud dijo que “sí” a la invitación de seguir a Cristo. Sarita crecerá en un hogar cristiano porque su madre, mi hija, decidió seguir al Dios de sus padres y de sus abuelos, y también porque su padre, mi yerno, en su juventud decidió seguir al Señor.

 

Estas son las repercusiones a las que me refiero. Lamentablemente, también hay un lado negativa de la historia. La hermana de mi madre, mi tía Gull, conocía al Señor en su juventud, pero tomó la mala decisión de casarse con un hombre inconverso, que no quiso saber nada de Dios. Sus hijos nunca fueron instruidos en los caminos del Señor. Lo mismo tengo que decir acerca de los hijos de mis primos, y a su vez de sus hijos. Se me parte el corazón al pensarlo. Por una mala decisión hay varias generaciones que no conocen a Cristo.

 

Me faltan palabras para expresar mi agradecimiento por haber crecido en un hogar donde hubo repercusiones positivas, donde se tomaron buenas decisiones y se hizo la obra de Dios. Cuando somos jóvenes pensamos que somos invencibles y nos parece que a nadie debe importarle lo de nuestra vida. Pero a muchos les importa, especialmente a esos hijos que todavía no han nacido, que cosecharán los frutos de nuestras acciones. Lo que nosotros hagamos hoy, y las decisiones que tomemos, afectará a las generaciones por venir.

 

¿Tienes una herencia espiritual que se remonta por generaciones? ¡Qué incomparable privilegio! Agradece a tus progenitores por las buenas decisiones que han tomado. ¿Eres uno de los primeros en tu familia que conoce a Cristo? ¡Pon un fundamento cristiano para las generaciones por venir! Ten presente que todo lo que hagas tiene repercusiones en tu vida y en los demás. ¡Reflexiona en las repercusiones de tus acciones!

 

 

Salmo 71:17-19

Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud,

Y hasta ahora he manifestado tus maravillas.

Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares,

Hasta que anuncie tu poder a la posteridad,

Y tu potencia a todos los que han de venir,

Y tu justicia, oh Dios, hasta lo excelso.

 

Salmo 78:2-4

Abriré mi boca en proverbios;

Hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos,

Las cuales hemos oído y entendido;

Que nuestros padres nos las contaron.

No las encubriremos a sus hijos,

Contando a la generación venidera las alabanzas de Jehová,

Y su potencia, y las maravillas que hizo.

 

About the Author

Redactora de materiales pedagógicos con la gran pasión de difundir el amor de Dios y su poder salvador.