Recuerdos de un viaje a mi Patria

“El mundo es un libro, y quienes no viajan leen sólo una página”, dijo San Agustín. Muchos quisieran viajar pero no tienen la oportunidad, otros tienen oportunidad pero no quieren. Yo tuve el privilegio de hacer un viaje a mi tierra natal. Los que me conocen saben que soy sueca, y no tengo porqué “hacerme la sueca” pues ya lo soy. No he pasado muchos años allí; pero conservo la herencia y el idioma. Tengo allí casi todos mis familiares y esta vez fui para la boda de una de mis sobrinas.

 

Voy a dar a mis queridos lectores un breve recorrido de lugares que visité y recuerdos que acumulé. Somos cinco hermanos y esta fue la segunda vez que nos encontramos juntos desde que mi hermana Ingrid salió del Perú rumbo a Suecia en 1967. No es de extrañar que fuera un encuentro muy emocionante.

 

 

Fue la hija mayor de Lasse, mi hermano menor, que se casó. Se nota el orgullo que sintió mi hermano al llevarla al altar para entregarla a Filip, un buen muchacho cristiano. En Suecia se puede cambiar de nombre, y ellos escogieron Liljelyck como su nuevo apellido, que significa algo como “Lirio de felicidad”.

 

 

 

 

 

No es costumbre allá poner un anillo en la torta para que las solteras halen cintas. Emilie pasó seis años de su niñez en Bolivia y vio esa costumbre. Yo me uní a las jóvenes solteras para ver si me tocaba la suerte de sacarme al anillo. No fue tanto porque esté buscando novio sino me pareció divertido.

 

 

Cuando tenía doce años le pedía cada noche al Señor que me diera un hermanito. Cuando vino Lasse, mi corazón dio rebotes de alegría. Tuve que hacerme sacar una foto con él porque lo considero la respuesta de Dios a mis oraciones de niña.

 

 

Otro motivo de mi viaje fue renovar mi pasaporte sueco. En Estados Unidos donde radico se puede hacer sólo en tres ciudades: Nueva York, Los Ángeles, o Washington D.C. Me salió más barato ir a Suecia. De paso aproveché los domingos para visitar algunas iglesias y hablarles de mi visión de seguir proveyendo materiales de enseñanza, en especial aquí en esta página de Internet. Mi cuñado Ola me llevó en auto, excepto un fin de semana que tuve que viajar en tren.

 

 

El gran deseo de mi corazón es ayudar a los maestros de niños con lecciones bíblicas y seminarios de capacitación. Tengo planes de poner una página especial para niños, llamada Club Perlita. Cualquiera que tenga ideas de cómo mejor hacer esta página, déme las sugerencias.

 

 

En una de las iglesias que visité me encontré con Joel, un muchachito muy emprendedor. Él patrocina a una niña en Kenia, llamada Agnes. Reúne dinero con sencillos trabajos y vende dibujos y juguetes usados a sus vecinos. Le encantó la llamita que yo llevaba como recuerdo de Perú y no pude más que regalársela. Ya lo veo a Joel como un gran predicador del evangelio o un misionero a las naciones.

 

 

 

 

 

Visité la iglesia que me apoyó cuando viajé a Perú como misionera a los dieciocho años de edad. Ahora les presenté mis planes de dar un nuevo empuje misionero cuando me jubile de mi trabajo. Ellos me apoyarán y, como prueba visible, hicieron por mí una oración de consagración.

 

 

Estuvo presente mi amiga Anita Cueva, que conocí en Huancayo, Perú, en mi temprana juventud. Nos hicimos grandes amigas y ella fue mi dama de honor cuando me casé. Un amigo de mi finado esposo nos visitó en 1972 y conoció a Anita. Juntos han hecho una gran obra de Dios en Chulucanas.

 

 

 

 

 

Esta iglesia queda en Älmhult, una pequeña ciudad en el sur de Suecia donde se inició la gran compañía IKEA, que ahora tiene sucursales en muchas partes del mundo. Sus muebles y otros productos para el hogar son muy cotizados. Me parece que debemos hacer promoción para que pongan sus tiendas también en Centroamérica y Sudamérica. Una visita a www.ikea.com es interesante.

 

 

Suecia es el país de las casitas rojas, tanto que hasta a los pajaritos se las hacen. No todas son rojas; pero ese color es típico. Y en las casas antiguas tienen bellos adornos, llamados “delicias del carpintero”.

 

 

 

 

 

Mi cuñado Ola me trató con mucho cariño y respeto. Él y mi hermana Agneta ambos son chefs; pero se dedican también a organizar viajes turísticos al Perú. En broma, ¿cuál de ellos será Ola? El de camisa azul es quien cocina delicioso.

 

 

Hice una visita a la ciudad natal de mi amado Beni. Durante toda su vida nunca pudo olvidar su querida Karlskrona, que significa Corona de Carlos. Allí hay un hombrecito junto a una de las iglesias más antiguas del norte de Europa, y sería un pecado ir a Karlskrona sin visitar al viejito Rosenbom. Se le levanta el sombrero para poner un donativo en la alcancía que es su cabeza, dinero que se usa para la gente necesitada.

 

 

Cuando Beni iba a ir a Perú como misionero, su madre estaba muy preocupada. En Suecia se come a base de papas y ella se preguntaba si habría papas en Perú. Mi querida suegrita, ¿no sabía usted que la papa es oriunda del Perú? A Benito nunca le hicieron falta las papas, y aprendió a comer y apreciar los suculentos platos que se preparan en Perú. A mí me dicen “gringa”; sí, digo yo, pero con corazón peruano. Y con esta papa de la huerta de Ola y Agneta ilustro ese sentir que tengo.

 

 

Así como el león es el rey de la selva africana, el alce es el rey del bosque sueco. Al viajar por las carreteras teníamos que cuidarnos para no toparnos con alces. Una noche vimos un par de alces a la distancia pero era muy oscuro para que salga bien una fotografía. Este alce de madera tendrá que representar a esos “reyes” de los bosques suecos.

 

 

No estuve en Suecia cuando murió mi madre, y el ataque terrorista a las torres gemelas de Nueva York me impidió viajar para su entierro. Ahora tuve la oportunidad de ir al cementerio y ver su tumba. Ella fue una sierva de Dios muy amada en Perú y hay muchos que la recuerdan con gran cariño.

 

 

La hospitalidad de Ola y Agneta es un gran recuerdo de mi viaje. Esta foto de Ola en uno de los umbrales ilustra el dicho de “casa chica pero corazón grande”. Ellos viven en una casa construida cuando la gente no era tan alta como son ahora los suecos. Él tiene que cuidarse siempre para no golpearse la cabeza.

 

No me perdonarían mis amigos que conocen a Boyan y Lennart Lindgren si no pusiera aquí una foto de ellos. A los amigos de Casa de Oración les digo que ellos están bien, y son tan hospitalarios como siempre. Pasamos una grata tarde en casa de ellos, recordando los buenos tiempos de cuando trabajamos por Cristo en el Perú.

 

 

 

 

 

Una de las alegrías fue encontrarme con el hijo mayor de mi hermano Lasse. Él y su familia estaban a punto de viajar a Chipre como misioneros. Esa es la tercera generación de misioneros Anderas: Pedro, Lasse, y Linus.

 

 

Una foto de Nelle y su perrita tendrá que representar a mis sobrinas y a sus hijos. Cuando la vida nos lleva por distintas rutas es difícil conocer a todos. Esta vez conocí a las hijas de mi hermana Agneta.

 

 

Debido a mi condición física de no poder movilizarme a gusto por la neuropatía en mis pies, la fotógrafa en mí tuvo que limitarse a sacar fotos desde el auto; pero mi cuñado de vez en cuando tomaba la cámara y se iba a fotografiar. Termino con algunas imágenes favoritas de este viaje de visita a mi tierra.