La enseñanza empieza en el hogar

La enseñanza empieza en el hogar

La guillotina estaba a punto de caer en un joven criminal. Cuando le concedieron un último favor, pidió que trajeran a su madre.

«Toda mi desgracia se la debo a esta mujer –dijo el criminal–. Cuando yo era niño y hacía algo malo, ella nunca me corregía. Si robaba alguna cosa, ella no me decía que no debiera hacerlo; es más, muchas veces llevaba cosas robadas a casa y ella las recibía con gusto. Así fui descendiendo en el camino del mal, hasta llegar al crimen; y a este patíbulo.»

En un arrebato de ira el joven se arrojó sobre su anciana madre y la hirió en el rostro. Al verla sangrante, la multitud trató de linchar al miserable; pero ¿hasta dónde tenía razón en lo que había expresado?

El primer recuerdo
Muy contrario a este trágico ejemplo, una pareja quiso que lo primero que recordara su hijo fuera ver a sus padres hablando con Dios. Como no sabían cuál sería el primer momento que él recordaría, desde que nació, cada vez que acostaban al pequeño, o le daban de comer, oraban con él. Ese niño aprendió desde la cuna el valor de la comunión con Dios.

Desde la cuna
En otro hogar, los padres también tomaron a pecho la instrucción de la Palabra de enseñar a los hijos. Tan pronto su hijo pudo sentarse solo, inclinaba la cabeza y juntaba las manos cada vez que los padres oraban. Tan pronto como pudo pronunciar palabra, murmuró una oración. A los dos años de edad ya formulaba su propia acción de gracias en la mesa. Al niño le encanta cantar y, a los dos años y medio, no solo cantaba coros sencillos como «Cristo me ama», sino que tarareaba las tonadas de himnos cristianos. Ese niño fue producto de una enseñanza que comenzó en la cuna.

Los primeros maestros
Toda enseñanza, sea buena o mala, empieza en el hogar. Los padres son los primeros maestros de sus hijos. Así ha sido desde los días de Adán y Eva, y así seguirá. Los padres no pueden eludir esa responsabilidad. Lamentablemente, no toda enseñanza que dan los padres a sus hijos es buena.

Hay niños que llegan a este mundo bajo condiciones muy tristes. Sus padres viven drogados o en la delincuencia y, muchas veces, no desean los niños que procrean. Para aquellos pequeños no hay esperanza de que aprendan algo bueno. Otros niños nacen bajo un techo de paz y armonía. Sus padres les dan una calurosa bienvenida al mundo y reciben una base sólida para la vida.

Josue 2415 Yo y mi casa 04

Privilegio y responsabilidad
Ser padre o madre es un gran privilegio; pero también una gran responsabilidad. Para los padres creyentes, lo más sublime es enseñar a los hijos los caminos de Dios. Nunca olvidaré la alegría que sentí cuando mis hijas eran pequeñas y les enseñé a dar los primeros pasos por el sendero de la vida eterna. ¡Ese fue mi privilegio como madre cristiana!

Como ya hemos visto en una enseñanza previa, la instrucción a los hijos no es sólo un privilegio, sino una ordenanza. Según lo que Dios ordenó por medio de Moisés, había que enseñar a los hijos (véase Dt 11:18-20):

  • al estar sentado en la casa
  • al andar por el camino
  • a la hora de acostare
  • a la hora de levantarse

Esto, mis estimados, cubre básicamente todo el día. ¿Cómo podemos enseñar si tenemos que cumplir las obligaciones del día. Alguien objetará que no puede estar con la Biblia en la mano todo el tiempo. ¡De acuerdo! Creo que más que nada esto significa que debemos enseñar con el ejemplo de nuestra vida.

El joven Josué
Hubo un joven que seguía a Moisés en todo momento; era su servidor. Observaba y aprendía. Aun lo acompañó al monte, cuando Dios dio las tablas de la ley a Moisés.

«Y se levantó Moisés con Josué su servidor, y Moisés subió al monte de Dios» (Éx 24:13). Cuarenta días pasaron en ayunas. Ése fue un lugar de supremo aprendizaje para Josué. Allí también vio la ira que sobrevino al profeta y libertador que, conforme a la Biblia, era un hombre muy humilde: «aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra» (Núm 12:3).

El pueblo estaba desenfrenado. Aarón les había hecho un becerro de oro y lo aclamaban con cantos y danzas. Moisés se indignó tanto que arrojó las tablas de la ley, escritas por ambos lados, «grabadas por la mano de Dios». Al arrojar las tablas de sus manos, las quebró al pie del monte. Allí estaba Josué observando. Vio lo que hoy llamaríamos «ira santa».

La primera gran hazaña
De lo que sabemos, la primera gran hazaña en la que participó Josué fue cuando Moisés le ordenó que juntara un ejército y fuera a pelear contra Amalec, que los había atacado. «Yo estaré sobre la cumbre del collado, y la vara de Dios en mi mano», le dijo Moisés.

Josué y los varones que había reunido fueron a la pelea y Moisés, juntamente con Aarón y Hur, subieron a la cumbre del collado. Cuando Moisés alzaba su mano, Israel prevalecía; pero cuando la bajaba, prevalecía Amalec. Entonces Moisés se sentó en una piedra, y sus consiervos Aarón y Hur le sostenían las manos. Así lo hicieron hasta que se puso el sol.

«Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada.» Entonces Dios le dijo a Moisés: «Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo.»

Un altar para honra de Dios
Moisés edificó un altar, y llamó su nombre Jehová-nisi, que significa: Jehová es mi estandarte.
Allí Josué aprendió acerca del poder de la intercesión. Aprendió también a edificar altares para honrar a Dios por la victoria. (Léelo en Éxodo 17:8-16.)

El tabernáculo
El tabernáculo era el lugar de adoración, era la «casa de Dios» del pueblo de Israel en el desierto. Otra lección que aprendió Josué y que es una gran enseñanza para nosotros, es que él no se apartaba del tabernáculo, el lugar de la presencia de Dios.

«Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Y él volvía al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo» (Éx 33:11).

Sucesor de Moisés
Dios escogió a Josué para que tomara el lugar de Moisés; fue su sucesor. Como padres, somos ejemplo para nuestros hijos. Ellos serán nuestros «sucesores». El Señor dijo a Moisés que pusiera de su «dignidad» sobre Josué, para que el pueblo lo obedezca.

«Toma a Josué hijo de Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él… Y pondrás de tu dignidad sobre él, para que toda la congregación de los hijos de Israel le obedezca (Núm 27:18-20)«Y Josué hijo de Nun fue lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él; y los hijos de Israel le obedecieron, e hicieron como Jehová mandó a Moisés» (Dt 34:9)

Padres y madres: ¿qué dignidad están transfiriendo a sus hijos? (Si no eres padre puedes aplicarlo a cualquiera de tus circunstancias en la vida cotidiana.)

¿Confieres ánimo?
Es obvio por lo que leemos en la Biblia que Dios conoce la importancia del ánimo. Por supuesto, porque Él sabe todo. Dios dijo a Moisés que animara a Josué, y Dios mismo lo animó. Veamos:

«Josué hijo de Nun, el cual te sirve, él entrará allá; anímale, porque él la hará heredar a Israel» (Dt 1:8).«Y manda a Josué, y anímalo, y fortalécelo; porque él ha de pasar delante de este pueblo, y él les hará heredar la tierra que verás» (Dt 3:28).

«Y llamó Moisés a Josué, y le dijo en presencia de todo Israel: Esfuérzate y anímate; porque tú entrarás con este pueblo a la tierra que juró Jehová a sus padres que les daría, y tú se la harás heredar» (Dt 31:7).

«Y dio orden a Josué hijo de Nun, y dijo: Esfuérzate y anímate, pues tú introducirás a los hijos de Israel en la tierra que les juré, y yo estaré contigo» (Dt 31:23).

Dios anima a Josué
Después de la muerte de Moisés el Señor habló a Josué y le dijo que ahora a él le tocaba pasar con el pueblo a la Tierra Prometida. Dios prometió que estaría con él: «no te dejaré, ni te desampararé».

Fijémonos en que Dios le repite varias veces sus palabras de ánimo, lo mismo que los hijos necesitan que sus padres los animen.

«Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos.

»Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.

»Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.

»Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas» (Josué 1:6-9).

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Dios engrandece
Entonces Jehová dijo a Josué:

«Desde este día comenzaré a engrandecerte delante de los ojos de todo Israel, para que entiendan que como estuve con Moisés, así estaré contigo» (Josué 3:7).

«En aquel día Jehová engrandeció a Josué a los ojos de todo Israel; y le temieron, como habían temido a Moisés, todos los días de su vida» (Josué 4:14).

Tierra santa
Cuando Dios llamó a Moisés, y le habló desde la zarza que ardía y no se consumía, le dijo que se quitara el calzado. «No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es» (Éx 3:5).

Josué tuvo una experiencia similar al principio de su ministerio. El Príncipe del ejército de Jehová le habló y dijo: «Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo» (Josué 5:15).

Las experiencias santas en la presencia de Dios las pueden tener igual tus hijos. Tu corazón y tu hogar pueden ser «casa de Dios», tierra santa.

¡Enséñales! Sentados en casa (a la hora de comer, en las diversas conversaciones); de viaje (en el auto, en el micro, en el tren); al atardecer, cuando sea hora de dormir; en la mañana, al levantarte. No salgas de la casa sin haber orado con tus hijos. Mándalos a enfrentar su día con bendición. (Próximamente trataremos ese tema.)

Milagros asombrosos
«Estaba, pues, Jehová con Josué, y su nombre se divulgó por toda la tierra» (Josué 6:27).

Moisés tuvo su tiempo; ahora le tocaba a Josué ver los milagros. El cruce del Jordán, la toma de Jericó con la caída de los muros, la conquista de ciudad tras ciudad…

Josué había estado muchos años en la presencia de Dios. ¿Recuerdas que no se apartaba del tabernáculo? Su vida estaba fortalecida por esa bendita presencia.

En un momento cuando la luz del día no fue suficiente para terminar victorioso una batalla… ¿qué hizo?
Josué oró a Dios y en presencia de los israelitas dijo:   

       «Sol, detente en Gabaón;
       Y tú, luna, en el valle de Ajalón.»

¡Y el sol se detuvo y la luna se paró! No se apresuró a ponerse casi un día entero.
Nunca más ha habido un día como aquel. Dios atendió a la voz de un hombre, de un siervo fiel (léelo en Josué 10).

En los pasos de su mentor
Josué siguió los pasos de su mentor y maestro. «De la manera que Jehová lo había mandado a Moisés su siervo, así Moisés lo mandó a Josué; y así Josué lo hizo, sin quitar palabra de todo lo que Jehová había mandado a Moisés» (Josué 11:15).

  • Dios dio palabras a Moisés
  • Moisés las dio a Josué
  • Josué las hizo tal como Dios lo mandó a Moisés

Nosotros tenemos más recursos que los que tuvieron los personajes bíblicos. Tenemos la Biblia. Josué solo tuvo el Pentateuco (los cinco primeros libros de la Biblia que dejó escritos Moisés). Tenemos al Espíritu Santo que mora en nosotros y nos enseña. Podemos tener la plenitud del poder del Espíritu si pedimos ser bautizados por Él; ¡qué fuerza poderosa es!

«Pues si vosotros… sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?» (Lucas 11:13).

«Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare» (Hechos 2:38,39).

«Yo y mi casa»
Cuando Josué ya era anciano, reunió al pueblo y le hizo recuerdo de las maravillas que Dios había hecho al sacarlos de Egopto y llevarlos a la Tierra Prometida. Habló proféticamente: «Así dice Jehová, Dios de Israel».
Y les presentó el reto: escojan a quién servirán; si al Señor nuestro Dios o a dioses ajenos; «pero yo y mi casa serviremos a Jehová».

El pueblo declaró que serviría a Dios. Habían visto el ejemplo de un siervo de Dios dedicado y obediente. Sus padres les habían contado grandes cosas acerca del gran caudillo Moisés. Josué estaba frente a gente joven. Todos los incrédulos habían muerto en el desierto. Dios solo permitió que los menores de veinte años conquistaran la Tierra Prometida (edad que tenían cuando los espías incrédulos desanimaron al pueblo).

¿Qué quiero decir con todo esto? Que el peso de la responsabilidad está sobre nuestros hombros, no solo para llevar a los hijos a la iglesia los domingos, y dejarlos a cargo de los maestros cristianos para su enseñanza. ¡No! ¡La enseñanza empieza en el hogar!

Padre: sé un Moisés dedicado a Dios para que los «Josué» de tu hogar sigan en tus buenos pasos. Instruye a tus hijos en los caminos del Señor y sé un ejemplo digno de imitar.

Madre: sé una Loida y una Eunice para tus «Timotetos». Enséñales a tus hijos la Palabra de Dios y fortalece la enseñanza con el ejemplo de una vida santa.

About the Author

Redactora de materiales pedagógicos con la gran pasión de difundir el amor de Dios y su poder salvador.