¿Cómo cuidas el jardín de tu corazón?

¿Cómo cuidas el jardín de tu corazón?

Aunque es un libro de romance, un conjunto de expresiones de amor entre el esposo y la esposa, en el Cantar de los Cantares encontramos mucha enseñanza para nuestra vida espiritual. En el primer capítulo, habla la esposa, y dice: “No reparéis en que soy morena, porque el sol me miró. Los hijos de mi madre se airaron contra mí; me pusieron a guardar viñas; y mi viña, que era mía, no guardé.”

 

Los maestros, que enseñamos la Palabra del Señor, tenemos una gran responsabilidad. Muchas veces estamos tan preocupados por los demás, que nos olvidamos de nosotros mismos. Esto es lo que había sucedido con la esposa en el Cantar del sabio rey Salomón. La habían puesto a cuidar viñas, y su viña, que era de ella, no guardó. En otras palabras, por cuidar de los demás, descuidó su propio corazón.

 

Cada niño o niña a quien enseñamos es como un jardín, una viña que tenemos que cultivar. Los tiernos corazones necesitan mucho amor y cuidado; pero en el afán de servirlos a ellos no debemos descuidar el propio jardín, nuestra vida espiritual.

 

Todos los que enseñamos la Palabra de Dios a los niños sabemos que demanda tiempo y dedicación hacerlo bien. Tenemos que planear la lección, preparar las ayudar visuales, orar por nuestros alumnos, visitar sus hogares, y tanto más. Aunque todo eso es importante, no olvidemos el cultivo de nuestra propia vida devocional.

 

Tenemos gran influencia sobre nuestros alumnos. Ellos nos están mirando y observando; y toman ejemplo de nuestra manera de ser. Dios se reveló al mundo por medio de una persona: el Señor Jesús. Jesucristo quiere revelarse al mundo en la misma manera; por medio de personas, por medio de ti y mí. ¡Cuán importante es que las cosas que vean en nuestra vida los atraiga a Dios!

 

Muchas veces pensamos que los métodos son muy importantes, y por supuesto no desechamos los buenos métodos, pero no son lo primordial. Dios no busca métodos, sino hombres y mujeres dispuestos a hacer su voluntad. Los métodos son cosa secundaria. Jesús, el gran maestro, debe ser nuestro ejemplo. Sigamos sus pisadas, porque los niños siguen las nuestras, y si damos buen ejemplo ellos aprenderán a servir de todo corazón al Señor.

 

Dios ha dado a cada uno ciertas capacidades. Unos son apóstoles, otros profetas, otros evangelistas, otros pastores, y otros, así como tú y yo, somos maestros. ¿Con qué propósito? Para que sirviendo al Señor, cada uno con el don que ha recibido, hagamos crecer el cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos a la perfecta unidad.

 

No descuidemos nuestra propia vida espiritual por cuidar la de otros. Cultivemos el fruto del Espíritu Santo en nuestra vida. Amemos, así Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella. La experiencia de la esposa del Cantar de los Cantares fue muy triste. Las viñas que ella tenía a su cargo eran seguramente muy hermosas, y estaban bien cuidadas, pero tenía descuidada su propia viña. 

 

El robot que fielmente corta el césped

El robot que fielmente corta el césped

 

 Una manera de cuidar nuestra viña, el jardín de nuestro corazón, es estar en contacto constante con la Fuente de Poder. Mi hermana Agneta vive en Suecia, en el campo. Allí tiene hermosas plantas y flores, las que no se cuidan por sí solas. He notado su gran preocupación por las plantas de tomate. ¡Hay que regarlas para que no se sequen! Para que la grama no crezca sobremanera tiene unos robots que la ayudan. Fielmente, de día y de noche, se pasean por el césped, de un lado a otro, manteniéndolo en buen estado (uno de los muchos inventos de la tecnología moderna). Es divertido observarlos, y una cosa he notado. Cada cuanto tiempo vuelven a la “estación de recarga”. Allí cargan las baterías y pueden seguir cumpliendo la fiel labor para la que fueron creadas: cortar la grama.

 

Nuestra estación de recarga está en la presencia del Señor. Necesitamos tiempo en comunión con Él para que el Espíritu Santo cargue la batería de nuestro corazón y podamos con todo fervor influir para bien en los demás. Maestro: recuerda que los hechos hablan más fuerte que las palabras. Lo que somos es una lección mucho más poderosa que un millón de palabras. Preparemos nuestro corazón antes de preparar la lección y de presentarnos ante nuestro grupo de alumnos deseosos de aprender de la Palabra del Señor.

 

Seguramente fue con mucha tristeza que la esposa reconoció: “mi viña, que era mía, no guardé”. Querido maestro: deja que el Señor hable a tu corazón y te muestre lo que necesitas hacer para que el jardín de tu corazón esté bien cuidado.

 

 

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Redactora de materiales pedagógicos con la gran pasión de difundir el amor de Dios y su poder salvador.