Con Jesús en el horno

Con Jesús en el horno

Uno de los milagros más sorprendentes que encontramos en la Biblia es de cuando el rey Nabucodonosor mandó hacer una estatua de oro que medía cerca de treinta metros de altura y tres metros de ancho. Hizo llamar para la inauguración a todos los altos funcionarios de todas las provincias del reino.

Nabucodonosor ordenó que todos se postren y adoren la estatua. Cualquiera que desobedeciera sus órdenes sería inmediatamente arrojado a un horno de fuego ardiente.

¿Alguien se atrevería a oponerse a la orden de este poderoso rey? ¡Ser arrojado a un horno de fuego ardiente no es muy llamativo!

Pero había tres hombres judíos valientes. Sadrac, Mesac y Abed-nego no adoraban los dioses del rey ni adoraron la gran estatua que Nabucodonosor había hecho levantar.

«¿Qué dios podrá rescatarlos de mi poder?», preguntó el rey cuando estos hombres valientes se mantuvieron firmes en su convicción de no adorar la estatua. ¡Ellos adoraban solo el Dios vivo!

The furnace

«El Dios a quien servimos es capaz de salvarnos. Él nos rescatará de su poder, su Majestad;  pero aunque no lo hiciera, deseamos dejar en claro ante usted que jamás serviremos a sus dioses ni rendiremos culto a la estatua de oro que usted ha levantado.»

¡Qué enojado se puso Nabucodonosor! No estaba acostumbrado a que alguien lo desafiara. Mandó calentar el horno siete veces más de lo habitual. Y mandó a algunos de los hombres más fuertes de su ejército para que ataran a Sadrac, Mesac y Abed-nego y los echaran en el horno ardiente. Los amarraron con toda su ropa y los echaron en el horno. El calor del fuego era tan fuerte que los hombres que echaron allí al valiente trío murieron por las llamas.

Dios no abandonó a sus fieles siervos. ¡Jesús estuvo con ellos en el horno! El rey Nabucodonosor se alarmó sobremanera cuando vio a cuatro personas que se paseaban en el horno.

«¿No eran tres los hombres que atamos y arrojamos dentro del horno?», preguntó el rey a sus consejeros. ¡Por supuesto que eran tres! Pero eran cuatro hombres que caminaban ilesos en el fuego.

«¡El cuarto hombre se parece a un dios!», dijo el rey.

¡Qué experiencia extraordinaria para Sadrac, Mesac y Abed-nego! Pasearse en un horno ardiente en compañía de Jesús debe haber sido de lo más maravilloso.

  • David mató al gigante Goliat que amenazó a Israel.
  • Daniel durmió una noche con leones como almohada.
  • Jonás pasó tres días en el vientre de un pez.
  • Pedro caminó sobre el agua por mandato de Jesús.

La Biblia está llena de relatos de milagros. ¡Caminar en un horno de fuego es incomparable!

Cuando Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron del horno los rodearon los altos funcionarios del rey para ver el milagro con sus propios ojos. ¡El fuego no había dañado a estos hombres valientes! No se les había chamuscado ni un cabello y su ropa ni siquiera olía a quemado.

Entonces las cosas cambiaron. Nabucodonosor alabó al Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, y ordenó que si alguien se atrevía a decir algo en contra este gran Dios, sería despedazado y su casa sería reducida a un montón de escombros. «¡No hay otro dios que pueda rescatar de esta manera!», admitió el rey. Después promovió a Sadrac, Mesac y Abed-nego a puestos más altos en la provincia de Babilonia.

 Cuando pases por aguas profundas, yo estaré contigo.

Cuando pases por ríos de dificultad, no te ahogarás.

Cuando pases por el fuego de la opresión, no te quemarás;

las llamas no te consumirán. Isaías 43:2, NTV

Para imprimir esta hoja: Con Jesús en el horno

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Redactora de materiales pedagógicos con la gran pasión de difundir el amor de Dios y su poder salvador.