Un depósito lleno

Un depósito lleno

¡Qué satisfacción da tener un depósito lleno! Ese no es mi caso por el momento; mi depósito de alimentos está pobre. Motivo principal: me da pereza ir a hacer compras. Escribí este artículo hace cuatro años y medio. Mi situación no ha cambiado mucho. Sigo sufriendo por el daño hecho a los nervios en las plantas de mis pies cuando me hicieron quimioterapia. Es doloroso caminar; pero no puedo dejar que eso me detenga. Gracias a Dios, el depósito de materiales de enseñanza ha aumentado, y seguirá aumentando. Mi meta es que un día esté lleno de materiales que cubran toda la Biblia.

«La pereza hace caer en profundo sueño, y el alma negligente padecerá hambre» (Proverbios 19:15). Tenía razón el sabio Salomón en lo que dijo. Si no lleno mi depósito, ¿quién lo hará? No hay nadie que me ayude. Mi depósito de alimentos no me preocupa tanto, como lo que Jesús dijo acerca del depósito de nuestro corazón. «Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas» (Mateo 12:34,35).

Sería irracional pensar que puedo ir a mi refrigeradora y sacar huevos, mantequilla, yogurt y jugo de naranja, si lo que he puesto allí son sardinas, ajíes y coliflor, o en el peor de los casos: ¡nada! Tampoco podemos sacar buenas cosas del corazón si no las depositamos.

¿CUIDAS TU VIÑA?
A la «esposa» del Cantar de los Cantares la habían puesto a guardar las viñas. «…y mi viña, que era mía, no guardé», dice ella (1:6). Quiero hablar a padres y maestros. Tenemos la gran responsabilidad de perpetuar la verdad de Dios en la siguiente generación. Un día pasaremos a ellos el «testigo». Cuando el Señor me llame a su presencia, mis hijos (mi hija Carina y todos mis hijos espirituales) y mis nietos llevarán adelante la obra de Dios. Puedo ocuparme tanto en atenderlos a ellos que descuide mi propio corazón.

Recuerdo un ejemplo de años atrás cuando estábamos al frente de la «Casa de Oración» en Huancayo, Perú. Teníamos un líder de los jóvenes muy entusiasta pero «vacío». Él era como un barril sin contenido; lo tocabas y resonaba. Mi madre decía de él: «No se oye más que bulla». El apóstol Pablo dijo que sin amor venimos a ser como «metal que resuena, o címbalo que retiñe» (1 Corintios 13:1). Podemos aparentar una fachada espiritual pero tarde o temprano la gente se dará cuenta del gran vacío interior.

Para enseñar a otros debemos tener un depósito lleno. Para cuidar las viñas (los alumnos sedientos de recibir enseñanza de la sana doctrina) debemos atender PRIMERO nuestro propio corazón, y hacerlo con sumo cuidado. Depositemos en él todo el buen y abundante alimento de la Palabra. Con un buen y abundante depósito en el corazón tendremos siempre algo bueno que sacar en cualquier momento que lo necesitemos.

PREPARA TU CORAZÓN
Al aconsejar a maestros de escuela dominical siempre me gusta decir que deben estar bien preparados, que la preparación no debe hacerse el sábado por la noche sino que debe comenzar el domingo después de haber dictado una clase. Esto se refiere al estudio de la lección. Pero más que preparado académicamente, el maestro debe estar preparado «de corazón». Esa preparación nunca termina. Siempre debemos estar como pajaritos hambrientos con el piquito abierto en busca de alimento. Debemos orar, buscar el rostro de Dios, estudiar la Palabra, y presentar al Señor las necesidades de nuestros alumnos.

¿Por qué mi depósito de alimento está casi vacío? Porque he usado lo que allí había. Para no morirme de hambre tengo que dar un latigazo a la pereza e irme al mercado. En lo espiritual, tenemos que alimentar constantemente al hombre interior para que no muera. Y con más razón si tenemos quienes esperan recibir de nosotros alimento espiritual. En este aspecto no hay corte de camino. A los bebés se les lleva la cuchara a la boca; los adultos tenemos que sudar para tener una cuchara que llevar a la boca.

Amados padres: ¿llenan a diario el depósito de su corazón para tener buen alimento espiritual que ofrecer a sus hijos?

Amados maestros: ¿se esfuerzan en suplementar constantemente el depósito de la buena Palabra para no buscar de un «barril vacío» algo que ofrecer a sus alumnos?

Amigos: aquí los dejo por hoy. Llenen su depósito con «todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre» (Filipenses 4:8).

¡Que tu depósito siempre esté lleno de buenas cosas!

 

About the Author

Redactora de materiales pedagógicos con la gran pasión de difundir el amor de Dios y su poder salvador.