Privilegio y responsabilidad

Privilegio y responsabilidad

Todos estamos de alguna manera conectados con un padre. Vinimos al mundo porque hubo un padre. La raza humana existe porque el Padre celestial nos hizo. Algunos tenemos el privilegio de tener un buen padre, otros lamentablemente tienen un padre ausente.

No sé si alguien habrá contado la cantidad de padres mencionados en la Biblia; sería interesante hacerlo. Cada genealogía que encontramos en las Escrituras está compuesta de padres. Hay algunos que resaltan y nos dan ejemplo, ya sea para bien o como advertencia.

ADÁN, el padre de la raza humana.

Como ningún otro hombre, Adán fue formado por la mano de Dios. Su primera experiencia de padre fue muy dura, cuando su hijo mayor asesinó a su hermano; pero tuvo otro hijo, Set, en lugar de Abel, a quien mató Caín. Tuvo también mucho otros hijos; pero de Set se cuenta la descendencia de Jesús. En el tiempo de su nieto Enós, los hombres comenzaron a invocar el nombre del Señor (véase Génesis 4).

ENOC, caminó con Dios

Enoc fue el padre de Matusalén, el hombre que vivió más años sobre la tierra, 969 en total. ¡Qué buen ejemplo dejó él a sus hijos, pues «caminó Enoc con Dios»! No vivió tantos años como los demás padres de la antigüedad; pero dejó un legado de fe y fue considerado entre los profetas (véase Hebreos 11:5 y Judas 14). «Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios.»

NOÉ, halló gracia ante los ojos de Dios

Así describe la Biblia a este hombre singular:

  • fue varón justo,
  • era perfecto en sus generaciones;
  • caminó con Dios
  • Dios estableció con él su pacto
  • hizo conforme a todo lo que Dios le mandó

«Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe» (Hebreos 11:7).

Noé tuvo tres hijos: Sem, a Cam y a Jafet. Sus crecieron viendo a su padre construir el arca y sin duda trabajaron con él. La fe y la integridad de su padre debe haber dejado una fuerte impresión en ellos (véase Génesis 6 al 9).

ABRAHAM, el padre de la fe

Dios buscó un hombre para iniciar su nación escogida, alguien que lo obedeciera hasta el mínimo detalle. Encontró a ese hombre en Abraham. Cuando fue llamado, obedeció «para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba». Creyó la promesa de Dios de que su herencia sería como la multitud de las estrellas en el cielo y como la arena innumerable en la orilla del mar.

A los cien años de edad Abraham recibió a Isaac, el hijo de la promesa, a quien Dios un día le pidió que lo ofreciera como sacrificio. Su fe y su obediencia fue probada al máximo; pero dio ejemplo de que Dios era primero en su vida. No titubeó en obedecer a Dios (véanse Génesis 12 al 22; Hebreos 11:8-20; Romanos 4).

JOSÉ, el hombre que supo perdonar

José fue tratado injustamente por sus hermanos, vendido como esclavo por la envidia de ellos. En Egipto, fue acusado falsamente y pasó años en la cárcel. Cuando Dios lo restauró y él asumió el poder de todo Egipto, el faraón le dio también una esposa. La Biblia habla de dos hijos que tuvo José: Manasés y Efraín.

Manasés y Efraín eran niños cuando vino la hambruna. Sin duda, José les contó acerca de su familia y las aventuras de su vida. Cuando llegaron sus hermanos a Egipto, estos niños vieron de primera mano el perdón que José ofreció a quienes lo había tratado tan injustamente. ¡Qué mayor ejemplo puede dar un padre a sus hijos que, mediante el ejemplo, enseñarles a perdonar!

Viendo los hermanos de José que su padre era muerto, dijeron: Quizá nos aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos. 16 Y enviaron a decir a José: Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo: 17 Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y José lloró mientras hablaban. 18 Vinieron también sus hermanos y se postraron delante de él, y dijeron: Henos aquí por siervos tuyos. 19 Y les respondió José: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? 20 Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. 21 Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al corazón. (Génesis 50:15-21)

MOISÉS, el hombre más humilde de la tierra

Por el relato bíblico sabemos que Moisés tuvo dos hijos. Obviamente él no llevó a su esposa y a sus hijos cuando fue a Egipto para cumplir las órdenes del Señor de liberar al pueblo de Israel de la esclavitud. Cuando ya habían cruzado el Mar Rojo y estaban en el desierto,  Jetro, sacerdote de Madián y suegro de Moisés, llevó a su hija y a sus nietos adonde estaba Moisés. Séfora, la mujer de Moisés, y sus dos hijos, Gersón y Eliezer, llegaron al campamento del pueblo de Israel, junto al monte de Dios (véase Éxodo 18:1-6). El ejemplo que vieron estos muchachos es de un hombre manso y humilde. «Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra» (Números 12:3).

Moisés es también otro ejemplo de un hombre de fe.

Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey.  24 Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón,  25 escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, 26 teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. 27 Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible. 28 Por la fe celebró la pascua y la aspersión de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocase a ellos. 29 Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados (Hebreos 11:23-29).

JOSUÉ, el siervo fiel

Desde su juventud Josué fue ayudante de Moisés. Cuando Moisés mandó espías a la tierra de Canaán, Josué dio un informe de fe, juntamente con Caleb, y no como sus otros compañeros (véase Números 13 y 14). Dios vio la fidelidad de este buen hombre y lo escogió como sucesor de Moisés. Josué tuvo el privilegio de guiar al pueblo de Israel a conquistar la Tierra Prometida.

Al final de su vida, al dar su discurso de despedida, desafió al pueblo a servir al Señor, con las clásicas palabras que han sido de inspiración para padres a través de los siglos: «Yo y mi casa serviremos a Jehová» (Josué 24:15).

CALEB, el hombre que nunca perdió su visión

Cuando Josué y Caleb fueron a espiar la Tierra Prometida, Caleb divisó un monte que quiso conquistar. La falta de fe de sus compañeros, que los obligó a vagar por cuarenta años en el desierto, debe haber sido algo muy duro para él. Supongo que muchas veces les contó a sus hijos acerca del monte que les esperaba en la tierra que Dios les había prometido. Ya anciano, a los ochenta y cinco años de edad, él se sentía tan vigoroso como a los cuarenta, ¡y fue a conquistar su monte! (véase Josué 14:6-15). Este mundo necesita muchos padres con la fe y la visión de Caleb.

MANOA, padre de Sansón

El hijo de Manoa y su esposa fue un milagro de Dios, porque ella era estéril. Cuando el ángel de Dios se apareció a la mujer y le dio aviso del niño que iba a nacer, Manoa tuvo un deseo, el de saber cómo debían criar al niño. Le preguntó al ángel de Dios: «Cuando tus palabras se cumplan, ¿cómo debe ser la manera de vivir del niño, y qué debemos hacer con él?» (Jueces13:12).

Este es un buen ejemplo para todos los padres. Debemos inquirir del Señor acerca de cómo criar a nuestros hijos. Tenemos preciosas instrucciones en su Palabra. «Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor» (Efesios 6:4). «Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten» (Colosenses 3:21).

JOB, padre de las mujeres más hermosas

¿Qué padre no quisiera que se diga de sus hijas que son las más hermosas? Ese fue el caso de Job, pero no después de que hubiera pasado por pruebas inimaginables. Perdió todo su ganado, perdió a sus siervos, perdió a sus diez hijos, y perdió su salud. Job era un hombre justo y Satanás lo acusó ante Dios. Todas las pruebas le vinieron para probarle a Satanás que Job era leal a Dios. Su esposa le aconsejó que maldijera a Dios y se muriera; sus amigos que vinieron a consolarlo estaban seguros de que Job había pecado y que todos los males que le sobrevinieron eran un castigo. Por fin, cuando Job oró por sus amigos, Dios lo restauró, y en su vejez tuvo nuevamente diez hijos, tres eran las mujeres más hermosas (véase Job 1, 2, y 42).

¡Cuántos buenos consejos les habrá dado Job a sus postreros siete hijos y tres hijas! En medio de todas sus pruebas Job no maldijo a Dios, sino que confirmó la fe que tenía en su Redentor.

¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas! ¡Quién diese que se escribiesen en un libro; 24 que con cincel de hierro y con plomo fuesen esculpidas en piedra para siempre! 25 Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; 26 y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; 27 al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí. (Job 19:23-27).

¡Se cumplió el deseo de Job! Sus palabras fueron escritas, y aun hoy, en 2013, se sigue escribiendo acerca de él y usando su vida como ejemplo. Si eres padre, sé justo y temeroso de Dios como lo fue Job.

JAIRO, y otros padres que buscaron a Jesús

Tenemos varios ejemplos en el Nuevo Testamento de padres que buscaron a Jesús cuando hubo enfermedad en la familia. No hay mejor cosa que acudir al Señor en cualquier circunstancia, y por supuesto, cuando nuestros hijos están enfermos.

Jairo, un principal de la sinagoga, buscó a Jesús cuando su hija estaba agonizando. Jesús fue detenido en el camino y antes que llegara a la casa de Jairo recibieron la mala noticia de que la niña ya había muerto. ¡Qué desesperación para un padre que tenía la esperanza de que Jesús sanara a su hija! «No temas; cree solamente», fue el consuelo que Jesús le dio. Lo mismo Él nos dice a cada uno hoy. No importan cuán grave sea el problema, creamos en Cristo para la solución. Jesús levantó de la muerte a la hija de Jairo. Ella fue un testimonio vivo del poder de Jesús (véase Marcos 5:22-43).

Tenemos la historia de un padre cuyo hijo tenía un espíritu mudo, que dondequiera que lo sacudía, lo hacía echar espumarajos y crujir los dientes, algo que hoy llamaríamos ataques. Los discípulos no pudieron ayudar a este padre desesperado. Desde niño había sufrido el muchacho, y muchas veces el demonio lo echaba en el fuego y en el agua, para matarlo. «Si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos», clamó el padre. ¿Qué le dijo Jesús? «Si puedes creer, al que cree todo le es posible.» Jesús reprendió al espíritu inmundo, que salió, clamando y sacudiendo violentamente al muchacho. ¡Qué alivio habrá sido para toda la familia la sanidad de ese hijo! Cuando hay enfermedad en el hogar todos sufren, no solo el enfermo. (Véase Marcos 9:14-29.)

En Capernaum había un oficial del rey cuyo hijo estaba enfermo, a punto de morir. El oficial pidió a Jesús que fuera a sanar a su hijo. Jesús le dijo que volviera a su casa porque el hijo estaba sano. El hombre creyó la palabra de Jesús y se fue. Aun antes que llegara, sus siervos le trajeron la noticia de que su hijo estaba vivo. Este incidente trajo nueva fe a todo el hogar. «Creyó él con toda su casa», finaliza el relato bíblico (véase Juan 4:46-54). Tenemos otros ejemplos de hombres que pusieron su fe en Cristo, y con ellos toda su casa creyó: Cornelio (Hechos 10); el carcelero de Filipos (Hechos 16:29-33); Crispo, el principal de la sinagoga en Corinto (Hechos 18:8); Felipe, que tenía hijas doncellas que profetizaban (Hechos 21:8,9).

En la región de Tiro y de Sidón llegó Jesús una mujer que tenía una hija endemoniada. Ella persistió con fe en su solicitud a Jesús de que sanara a su hija. ¡Y Jesús lo  hizo! Ese fue otro hogar que tuvo alivio  por la mano poderosa del Señor (véase Marcos 7:24-30).

¿QUÉ MÁS DIRÉ? Tenemos muchos ejemplos de padres sabios y también de aquellos que no usaron de sabiduría. Isaac, el pacificador; Jacob, que mostró favoritismo; Gedeón, el padre de 70 hijos; Jefté, que hizo una promesa precipitada con consecuencias devastadores; Elí, cuyos hijos deshonraban el templo de Dios; David, de corazón tierno; Salomón, el padre más sabio; José, que tuvo el privilegio de criar al Hijo de Dios; Zebedeo, padre de dos hijos fieles seguidores de Cristo.

Es privilegio y responsabilidad ser padre. Criemos a nuestros hijos en la disciplina y amonestación del Señor. ¿Cuál es la mejor herencia que podemos dejarles? ¿Cuál es el legado de más valor? Lo mejor que un hijo puede decir es: ¡Mi padre caminó con Dios!

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Redactora de materiales pedagógicos con la gran pasión de difundir el amor de Dios y su poder salvador.