Un abecé de fragancia

Un abecé de fragancia

Encontré entre mis archivos un abecedario que compuse hace seis años. Espero que nos sirva de inspiración, para que como María derramemos una ofrenda de dulce fragancia a los pies de nuestro amado Maestro.

Abecé de cualidades que emanan

la fragancia de Cristo

AMOR. Para mí el amor es el círculo que lo encierra todo. Mi vida comienza y termina con el amor. Aunque cumpla todo lo demás de este abecedario, si no tengo amor, de nada me sirve. Una vida sin amor es como metal que resuena o címbalo que retiñe. Sin amor, mi vida no será un aroma fragante sino un hedor repugnante.

 Ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor
cubrirá multitud de pecados
(1 Pedro 4:8).

BONDAD. ¿Verdad que es refrescante el contacto con personas buenas? Yo quiero ser buena; quiero tratar con bondad a mi prójimo. La bondad es uno de los componentes del fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22). El diccionario Pequeño Larousse define la bondad como «inclinación natural a hacer el bien». Lo más natural para el cristiano es que sea bueno.

 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras,
y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos
(Mateo 5:16).

COMPASIÓN. Sentir compasión por los desventurados es tener «el corazón de Cristo». Misericordia, clemencia, humanidad, caridad, conmiseración, ternura… esto y mucho más describe a nuestro Salvador y su corazón compasivo. Cuando Él vio las multitudes, «tuvo compasión de ellas porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor» (Mateo 9:36). Una vez la gente había pasado tres días con Él, y no tenían qué comer. Jesús no quiso enviar a las multitudes en ayunas a sus casas e hizo un milagro para alimentarlas (Marcos 8:2-8). Con esa clase de compasión emanamos la fragancia de Cristo.

DADIVOSIDAD. Quisiera que en mi lápida se escribiera que fui una persona generosa. Dios es el máximo ejemplo de generosidad, en que «no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros». Viendo esta magnánima expresión de dadivosidad, Pablo pregunta: «¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?» (Romanos 8: 32). Cada vez que «damos», sembramos, y la siembra, trae cosecha. «El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará» (2 Corintios 9:6).

Dios ama al dador alegre (2 Corintios 9:7).

ENTUSIASMO. El entusiasmo es fervor, pasión, frenesí, admiración. Significa «tener a Dios dentro». Cuando Él rige es lógico que seamos entusiastas. Lo contrario es apatía, desidia, frialdad. Una persona entusiasta inspira a su prójimo. Lo que más quiero es inspirar a otros a servir al Señor, buscar primeramente el reino de Dios, y vivir en santidad.

Lo que más me entusiasma es esta realidad:

Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Romanos 14:7,8

FIDELIDAD. Una persona fiel es leal y constante; alguien en quien se puede confiar. Tal persona cumple lo que promete; es honrada y cumplida en su centro de trabajo; es alguien en quien su familia puede depender. Jesús dijo que el «que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel» (Lucas 16:10). Con esa clase de fidelidad quiero emanar la fragancia de Cristo.

 Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida (Apocalipsis 2:10).

GENTILEZA. Ser gentil es ser amable y cortés. Una persona amable es cariñosa, cordial, simpática, agradable, afectuoso, tierna, sociable, complaciente es alguien que exhibe urbanidad. Lo contrario a gentileza es brusquedad y aspereza. ¡Qué bella fragancia emite una persona gentil!

 Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres (Filipenses 4:5).

HUMILDAD. La humildad es ausencia completa de orgullo y presunción. En Romanos 12:3, Pablo nos exhorta a no tener más alto concepto de nosotros mismos que el que es debido. Jesús dijo que el que se enaltece será humillado, pero el que se humilla, será enaltecido. Mi Salvador se humilló hasta lo sumo, y mi gran deseo es glorificarlo. No puedo emitir su aroma con un corazón orgulloso; por tanto, con toda humildad acepto el «asiento» que Dios me agine, sea el primero o el último (Lucas 14:7-11).

Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros (Filipenses 2:3,4).

INTEGRIDAD. Una persona íntegra es recta y honesta. Honramos el nombre de Dios y emitimos la fragancia de Cristo al obrar con integridad en todos nuestros negocios. Dios abomina las pesas y las medidas falsas (Proverbios 20:10). Cueste lo que cueste, debemos ser honrados en todo lo que hagamos, porque «mejor es el pobre que camina en su integridad, que el de perversos caminos y rico» (Proverbios 28:6).

 Porque sol y escudo es Jehová Dios; gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad (Salmo 84:11).

JUSTICIA. Justicia es la cualidad de justo. En el libro de Miqueas hallamos un resumen de lo que Dios pide de nosotros: «Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios» (Miqueas 6:8). Hebreos aquí algunas palabras que describen esta cualidad que emite el aroma de Cristo: imparcialidad, entereza, firmeza, rectitud, honradez, moralidad. Al obrar con justicia cumplo los dos grandes mandamientos: amar a Dios y amar a mi prójimo.

Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino (Salmo 15:1-3).

LABORIOSIDAD. La persona laboriosa es diligente y trabajadora. La Biblia advierte contra la pereza, porque ésta hace caer en profundo sueño, y señala que «el alma negligente padecerá hambre» (Proverbios 19:15). «Por la pereza se cae la techumbre, y por la flojedad de las manos se llueve la casa» (Eclesiastés 10:18). El apóstol Pablo escribió en una de sus cartas que si alguno no quiere trabajar, «tampoco coma» (2 Tesalonicenses 3:10).

Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, Prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento (Proverbios 6:6-8).

MISERICORDIA. La misericordia es compasión que impulsa a ayudar o perdonar. Cada página de las Sagradas Escrituras es una expresión de la misericordia de Dios. Con la parábola del siervo inmisericorde, Jesús advirtió contra el peligro de ser objeto de la misericordia de Dios y luego cerrar el corazón al prójimo (Mateo 18:23-35). El antónimo de misericordia es impiedad. ¡Cuán cierto! Ser inmisericorde es pecado, y el pecado no emite el dulce aroma del Cristo.

Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia
(Mateo 5:7).

Sed, pues, misericordiosos,
como también vuestro Padre es misericordioso
(Lucas 6:36).

NOBLEZA. Una persona noble es magnánima, generosa, espléndida, de sentimientos elevados. Tal persona trae honra al nombre de Cristo; no tiene envidia, no se jacta ni se envanece; no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor (1 Corintios 13:4,5).

Los judíos de Berea «eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras» (Hechos 17:11). Ojalá más de nosotros seamos solícitos en el estudio de la Palabra de Dios, y en cumplir sus preceptos.

OBEDIENCIA. Desde el primer pecado cometido en el Edén hemos sido propensos a la desobediencia. Nadie tiene que enseñarle a un niño a desobedecer; más bien, la obediencia es un arte difícil que hay que practicar toda la vida. «Abuelita, es muy difícil obedecer», dijo un día mi nietecito. Es cierto, pero con obediencia honramos a Dios y emitimos la fragancia de Cristo, quien «aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen» (Hebreos 5:8,9).

Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros (1 Samuel 15:22).

PERDÓN. Lo más dañino para el corazón es albergar resentimiento y rencor; es carcoma de los huesos que nos impide emitir el dulce el aroma del cielo. «Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá –prometió Jesús, y agregó–: Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas» (Marcos 11:24-26).

Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben (Lucas 11:4).

QUIETUD. Para manifestar dondequiera el aroma del cielo necesitamos constantemente «cargar las baterías», lo cual mejor se hace en la quietud de la comunión con Dios. Mediante la lectura de su Palabra y la oración fortalecemos nuestra vida con Dios y le damos oportunidad para que Él nos hable e instruya. Esta fue la experiencia del rey David: «Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré… Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza» (Salmos 5:3; 62:5).

Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar;
junto a aguas de reposo me pastoreará.
Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia
por amor de su nombre
(Salmo 23:1-3).

REGOCIJO. Un corazón alegre produce una sonrisa en el rostro y las sonrisas son contagiosas. Para emitir la fragancia de Cristo necesitamos gozo en el corazón. Sigamos esta receta que nos dio Pablo (1 Tesalonicenses 5:16-18):

  • Estad siempre gozosos.
  • Orad sin cesar.
  • Dad gracias en todo.

 Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! (Filipenses 4:4).

SINCERIDAD. La sinceridad es lo opuesto a la hipocresía; es franqueza, cordialidad, naturalidad. Una persona sincera no finge; es transparente; no se pone máscara. Esta es la clase de gente que Dios necesita como representante de su amor. Muchos acusan a los cristianos de ser hipócritas. Si servimos a Cristo con corazón sincero nada tenemos que ocultar ni fingir. Una jovencita testificaba de su fe en Cristo cuando alguien la interrumpió, y preguntó a la madre de ella si el testimonio correspondía con su comportamiento en casa, a lo cual ella respondió: «Mi hija se comporta en casa como testifica en la iglesia.» Esa clase de fragancia es la que quiero emanar.

«Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación» (Santiago 5:12).
«Sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede»
(Mateo 5:37).

TOLERANCIA. La primera acepción de la palabra tolerancia es: respeto a la libertad de los demás. Uno de los sinónimos de tolerancia es paciencia, la cual es parte del fruto del Espíritu. A la iglesia en Éfeso, Pablo suplicó: «Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz» (Efesios 4:1-3). Esta clase de tolerancia y paciencia es el aroma de Cristo que el mundo necesita percibir.

 Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto (Colosenses 3:12-14).

UNIDAD. La oración de Jesús por los suyos es que seamos «uno». Nada despide tan bello aroma de honra y gloria para nuestro Padre celestial como la unidad y la armonía entre sus hijos. «Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado» (Juan 17:20-23).

Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! (Salmo 133:1)

 VALOR. Así como Josué tuvo que ser valiente y esforzarse para cumplir lo que Dios había mandado por medio de Moisés, a mí me toca ser valiente y producir las cualidades que emanan la fragancia de Cristo. Dios es el que produce en nosotros «así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Filipenses 2:13). Con la ayuda de Dios, manifestaré en mi vida el dulce aroma de Jesucristo.

Me adhiero a esta promesa: «Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto» (Proverbios 4:18).

¡Que éste sea un año de sacrificio fragante!

 

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Redactora de materiales pedagógicos con la gran pasión de difundir el amor de Dios y su poder salvador.